RELATO MATEMÁTICO 2018.
Estaba harto de los números, aunque
fueran amigos de toda la vida, tanto los reales como los imaginarios. Los
habían sociables, positivos y felices aunque también los había narcisistas
infelices y odiosos. Pero todos compañeros de vida, y, al fin y al cabo,
números. Esos mismos que habían estado en las positivas y en las negativas y en
los momentos más felices de mi vida.
Pero ahora necesitaba un descanso, y
pensé que un hotel perdido en la montaña y un puente en mayo sería la operación
perfecta para que mi imaginación diera un salto infinito y emprender así mi más
compleja ecuación: mi libro.
El hotel era más grande de lo esperado.
Entré al hall y me hicieron esperar porque había mucha gente en la recepción.
Ver tanta gente en la cola me hizo pensar en el famoso problema del hotel
infinito de Hilbert. Esta paradoja consiste en un hotel con un número infinito
de habitaciones. Un buen día un viajero va a reservar una habitación, pero ve
un letrero que indica que está todo lleno, la recepcionista le explica que
había venido hacía unos días un infinito número de congresistas pero que
enseguida le haría un hueco. La recepcionista enchufa un micro y avisa por
megafonía que todos los congresistas se desplazaran una habitación a la derecha
y tener así una habitación libre para el viajero. A las pocas horas, un número
infinito de esquiadores acude al hotel y vuelve a tener lugar la misma
situación pero con una nueva variante. Todas las personas tenían que
desplazarse a la habitación par próxima y dejar así infinitas habitaciones
impares para un número infinito de esquiadores. La idea era muy original, pero
un hotel infinito con infinitas escaleras no era algo muy entretenido para un
claustrofóbico como yo.
El tiempo pasó de forma exponencial, en
un instante me encontraba llave en mano dispuesto a ir a mi habitación. Giré la
esquina y me encontré al final del pasillo, a pocos metros de entar al
ascensor, a un hombre de mediana edad. Pensé en acelerar mi paso para
alcanzarle, pero había aprendido de un conejo y una tortuga y de las paradojas
de Zenón que no valía la pena intentarlo.
Cogí el ascensor al segundo turno y
llegué a mi habitación, la 220, me gustó la 220, el 220 era el número más
pequeño que formaba una pareja de números amigos junto con el 284. La
habitación era rectangular y me pareció un tanto aburrida. Imaginé entonces un
hotel con habitaciones no iluminables de Tokarsky, pero me pareció una chorrada
monumental. Saqué mi máquina de escribir y me sumergí en mis pensamientos.
Las primeras horas fueron frustantes,
despejar mi inspiración requería matemáticas aplicadas. Aporrear las teclas de
la máquina de escribir me hizo recordar un famoso teorema. El teorema de los
infinitos monos. Este teroema consistía en infinitos monos delante de infinitas
máquinas de escribir pulsando teclas al azar en un tiempo ilimitado, este
teorema afirma que dentro de las hojas de los monos habría todo lo que te
pudieras imaginar: el quijote escrito entero, la biblia e incluso mi libro. La
idea era buena, pero no sabía de donde sacar infinitos monos, y además el olor
no debería ser muy agradable.
Rompí parte del primer borrador y saqué otra
hoja y pensé cuantas veces tendría que doblar en mitades para llegar a la luna.
Hice unos cálculos y 42 dobleces eran suficientes para cubrir los 384400 km de
distancia pero 58 eran suficientes para superar el ancho del sistema solar.
Pero soy de esas personas que se marea en viajes largos, así que lo dejé estar.
Estaba desesperado, las matemáticas no
me dejaban trabajar. Arrugué la hoja y
la lancé encima del borrador pero eso no hizo más que empeorarlo, Recorde
entonces el teorema del punto fijo de Brower y pensé que quizá algún punto de
aqeulla hoja arrugada con rabia, coiincidía con otro de la hoja totalmente lisa
que reposaba debajo. No! Debía dejar las matemáticas al lado alguna vez en mi
vida, y ésta era una de las veces. Ajuste la máquina y comencé:
Capítulo 1:
Esta historia tiene su comienzo en una
habitación de un hotel rural en la motaña…
Muy interesante.. No hay mas.
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